Te acuso a ti
Esta carta es para ti, para ti mi inseparable
demonio, que me consume a mí y a todos los que me rodean. No perdonas y ni a la
flor cuando por fin emerge y nos muestra su belleza, no perdonas ni a la roca
ni al firme suelo que consumes en tus mandíbulas como si fueran de papel, no
perdonas ni los bosques ni los ríos, pues los erosionas y secas, o al menos los
deformas por tu capricho de pasar.
No perdonas, pues no le debes nada a nadie, ni si
quiera a Dios. Incluso a él transformas en tu transcurrir, le cambias la forma,
la cara y hasta el nombre. Los detalles que más amo de mi casa, como el color
del frente, la grama verde y los doblados chaguaramos de mi entrada, se ven
cada vez más cambiados.
A veces te aprecio pues vales mucho, o yo te hago
valer, o quizás los demás te ponen ese precio tan alto y me condenan cuando te
pierdo. Indudablemente te vuelvo a encontrar, ahí en mi cuarto cuando estoy
pensando, sentado mientras como, en mi pc cuando ando ocioso, incluso ahora
cuando te acuso, al pasar mis dedos por el teclado mientras la brisa entra por
la ventana y refresca estos días de calor intenso.
Sé que nunca leerás mi carta, pierdo mí tiempo al
escribir, o mejor dicho, te pierdo a ti ¿Quien juzga lo que es ganar o perder?
No lo sé, pero si alguien lo hace que por favor me diga que estoy ganando, que estoy
ganándole al indetenible tiempo, tú qué segundo a segundo me desgastas, te
robas parte de mi persona mientras yo intento descubrir que quiero hacer con mi
vida.
Quisiera de verdad poder “matar el tiempo” y
quitarme todas las presiones de encima, mi prosa se hace larga mientras sigo
escribiendo esta minuciosa lista de todos tus agravios a mí, a mi mama que no
quiero verla ir, a mi abuela que quiero con cada parte de mi, mi familia que
entre peleas igual aprecio. Te llevas mi casa a los cimientos, te llevas mi
ciudad y dentro de ella a mis amigos. Los llamo “míos” porque los hice míos y
tú serás el responsable de quitármelos.
Me conformare con saber que como yo, todos estamos
conscientes de ti, de que eres o el peor de los males, o la oportunidad fugaz
que tenemos entre “es un varón” y el “mi más sentido pésame” de entretenerme
con uno de los tantos juegos, canciones, películas, libros o personas que ya
están ahí o irán a nacer. Por los momentos te veo con desprecio, a pesar de
aprender de ti, pronto volveré a escribirte y así sabrás de mi.
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