Frío
El frío de la palabra
puede ser abismal y mucho más cuando no se pronuncia. El no decir es duro,
gélido, algunos dirían que tenebroso pues no es muy difícil sentirse distante y
estar sentado al lado tuyo. No escupiré palabras vagas para hacerte sentir mal
pero el sentir como clavas el silencio en mi pecho empieza a volverse incómodo.
Plastilina, sí, eso
es, plastilina es con lo que juegas. Lo ves, lo analizas, luego sin mesura lo
agarras y lo tiras pa’ allá y pa’ acá hasta que este deforme. No importa,
igualito vas, lo tomas en tus manos manchadas y le das vuelticas, como haciendo
una arepa haces la plastilina.
No hace falta decir
que la plastilina no soy yo, es cualquiera, pues yo soy variable mientras tu
perenne, incómodamente perenne. Tiempo al tiempo y el amor al alma que es más
que alimento, pues el amor forma, moldea, igual deshace. Yo inmóvil, frío, sin
forma, sediento de esas palabras presas en tu boca esperando libertad.
Mientras en mi mente
estoy de vacaciones, comiendo nubes, bañado en sol, arropado en la playa y
cantando vocales y consonantes que me acompañan hasta que llega la luna y
espanta toda luz. A veces las botellas me hablan, me escriben los cigarros que
nunca he fumado y suenan los regaños de mi mama que de vez en cuando visitan.
A veces pienso en un niño ingenuo, en una
madre amorosa y en un padre desdeñado. El niño ingenuo pregunta -¿Mama existe el
amor?- Y la mama responde con tranquilidad de consuelo -Hijo por supuesto que
no, el amor se inventa, se consume, se reinventa y se vuelve a intentar- El
padre atento y con mas muecas que entendimiento dice -El amor existe para los
ilusos o los ignorantes- y sonriendo mama responde -Y por eso me enamoré de tu papá
hijo-.
La cabeza no me da
vueltas, la imaginación tampoco. Siempre pienso lo mismo en línea recta y sin
ver a los lados, siempre pienso lo mismo en frío, en tinieblas, en oscuridad,
en dureza. Han pasado 20 minutos a tu lado y una eternidad en mi cabeza porque
mientras yo veo el piso y silbo canciones que ya no sé y tú estás pendiente de los
perros en la otra acera, el tiempo caminó simple, solo, como yo, pensó lo mismo
y dijo -¿Soy yo o hace frío?-.
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