Soy de piedra

Una piedra es aparentemente lo más duro y frío; bueno, más duro que frío que alguien pueda tropezar. Algunos se hacen llamar “Hombres y Mujeres de Piedra” pues no tienen cabida a esos terremotos del corazón y del alma, esos infames de nombre “sentimientos”. Poco es lo que alguien sin sentimientos puede aportar al vaivén de la cotidianidad, ni si quiera un poco de calamidad y desastre a la agobiante rutina de la semana.

Pasan los días y la lumpen despierta, come, se baña, se viste, sale y va a la escuela, la universidad o el trabajo. Luego de una laboriosa pero anticipada jornada, se vuelve por donde vinieron a sus casas, cansados de una rutinaria cuadricula de tiempo, esa que llaman “Lunes”. Esa que repetirán martes, miércoles y jueves hasta el ansiado viernes o sábado claro está.

Todo con la precisión de un reloj suizo; estos individuos se bañan y vanaglorian en un automatismo  solo comparable al de la más nueva computadora, sin embargo, todo esto es aceptable, normal, incluso admirable porque está diseñado para que así sea.

Es difícil especular que seria de la humanidad si las voces (o más importante, las ideas) de figuras como Luther King, Perón, Malcom X, Mandela, Ghandi no hubieran echado un grito al aire. O quizás la critica punzante de Marx, Nietzche, Freud, o tal vez aquellos que suavizaron la realidad con la escritura más sublime como Wilde, Borges, El Gabo, Neruda, Jose Antonio Ramos. Sin fines de estos locos que impulsados con vehemencia caen como gotas de agua de tiempo en tiempo en nuestra árida realidad, y la hacen un poco extraña.

No es la falta de emoción, no es un crimen el no sentir. Esta “nada” a la que llegamos cuando muere un ser querido, al terminar una relación, ante la frustración de un sueño. La entrega a esa “nada”, el arroparnos en la cotidianidad barata, en un consumismo babieco, en una aberrante televisión o en el simple “hacer por hacer” es la verdadera tragedia. Triste es la vida de la gente que no cae, porque nunca se rasparan las rodillas en la bajada, pero nunca aprenderán la satisfacción de levantarse.

Sentir no está sobrevalorado, el miedo a eso, eso sí que lo está. Yo no soy más que un peón cualquiera en esta cuadriculada rutina de la semana, esperare mi viernes y sábado como un premio pues trae regocijo a mi persona compartir con mis amigos, beber por los malos ratos, reír de nosotros mismos y echarnos el gusto de una que otra parrilla, solo por el gusto.

Consciente del miedo que tengo a perder mi pedacito de felicidad, ese pedacito que no controlo y que está en cada uno de los que quiero. Mi corazón es tan mío como es de ellos y por eso a ellos agradezco su presencia en mi. Orgulloso de solo ser de piedra a ratos y de quererlos como ellos me quieren a mí.

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