Convivo con el
En la incesante contradicción que es mí día a día
pocos aspectos son firmes o definidos. Uno de los pocos; y más importantes,
creo que es el odio como motor o combustible de mis acciones. En torno a él
gira mi razón y mi voluntad, de ahí nace todo lo bueno y lo malo que hice, he
hecho y espero hacer.
El odio como sentimiento, el odio como forma de
vida, el odio como un compañero que me abraza cuando estoy solo y pensando de
mas. A veces como una sombra y creo que sin querer odio incluso a los que amo.
Por irracional que suene así es, y nosotros como humanos no podemos estar
exentos de ironía o paradoja y mucho menos llegar a estados “perfectos” y
regulados de emotividad.
No quiero sonar seco ni clínico en mi tratado,
pero el odio a veces se convierte en una calma aterradora, en convicción, en
meta y en acción. Si a veces escribo es por eso, si salgo a correr también es
por eso. Dicen que no hay mejor venganza que el éxito y por eso quizá siempre
sublimo el torrente de resentimientos en labores que producen provecho a mí y a
mis congéneres, buscando demostrar ese “éxito” que me sirva de venganza.
Dicen que si no puedes deshacerte de tus miedos aprendas a vivir con ellos y al parecer el odio se acomodo plácidamente en mi habitación, en el parque, en el carro, en mi salón de clases, en mi internet, en mis letras, en mi café por la mañana, en los dibujos que todavía no hago, en la música que ahora escucho. Creo que a veces se va, porque hasta el entiende que tanto tiempo a su lado es agotador y entre los espacios de odio se meten pedacitos de felicidad que me dan un nuevo aire.
Una existencia miserable es la del que no siente,
que vive indiferente y acomodado en la continuidad absurda del consumismo y la
moda. Por eso no me considero pobre de corazón por odiar, porque también amo,
resiento, compadezco, me alegro, siento pudor y excitación, siento cariño y
asco. Pienso y leo, hasta escribo de a ratos cuando dejo que mis sentimientos
se releguen a la razón.
Tipo de epifanía podría ser la realización,
siempre lo sospeche pero justo ahora lo he visto en su máxima expresión hasta
hacerse innegable el hecho de que odio con tal fuerza que distorsiona mi
realidad, que moldea todo lo que hago y que seguirá siendo intrínseco a mi realidad. Que me va llevando
poquito a poco más cerca al borde de la violencia, de la perfección, de la
estupidez, de mi revancha, de mi decisión, de la realización majestuosa de mis
pensamientos o la ejecución innegable de mi propia destrucción.
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