¿Amor?

¿Quién dibuja la línea entre el amor y el odio? ¿Es una línea o una frontera tan traspasable como la de cualquier país? Con un pasaporte al cual le he puesto tu nombre voy y vengo entre dos naciones que a primera vista parecen distintas, y después me acuerdo que son parte de la misma esfera.

Quien es persona es contradicción, quien está loco está enamorado, quien ama, odia, y por fin me di cuenta de que te odio. Te odio cuando no estás conmigo, ni siquiera en mi pensamiento te tengo. El odio no es villano como el amor no es héroe, son simples abstracciones que queremos creer.

Creo que tu nombre lleva la cantidad de maldiciones que yo le he puesto encima por unos efímeros momentos de celos, creo que te hago llorar porque hacerte feliz me hace miserable. Creo; y esto es solo una suposición, que solo sería completamente feliz si nadie en el mundo pudiera tenerte, ni siquiera yo.

Te disfruto, pues eres alimento para mi mente y mi alma, así como yo soy alimento para tu cuerpo. Ya no sé si la mente está sobre el cuerpo o el cuerpo sobre la mente, o si realmente alguna vez estuvieron separados, porque la memoria se vuelve una realidad más aplastante que el propio hecho.

La línea yo mismo la voy borrando, y es cuando el amor y el odio como disímiles pinturas se unen formando un nuevo color. Yo quiero ser odio, un odio azul oscuro como el más sombrío mar. Tú quieres brillar, como brilla un amor blanco perlado que refleja alegría a todo su esplendor.

 Pero tú, que eres problema y solución, que me dices la verdad entre mentiras, tú incómodamente te vuelves parte de mí, y como me amo, me odio, por eso te odio a ti.

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