Niñerías de adulto

Si tuviera un hijo ahora nacería sin saber que Brasil es el país con más copas del mundo en el fútbol porque desde chamitos ya juegan con sol y descalzos. Es el único juego que distrae a los niños de la pobreza. Tampoco sabría que Chávez se murió y que eso trajo luto a muchos venezolanos, incluso a mi madre que tanto lo aborrecía; es más, no sabría quien es Chávez.

Tampoco lo turbulento y sobre todo jodio que sería el colegio y mucho más el liceo, con sus comentarios y burlas infantiles, sus peleas y chismes, sus risas y juegos. Que no mucho tiempo después se reiría mucho de sí mismo y de sus amigos sobre su muy importante perfil en el colegio y lo trascendente de su reputación estudiantil.

Le costaría mucho aprender a leer, pero sobre todo a escribir, no sabría que hay demasiados libros y muy poco tiempo, dichosamente aún no lo sabría. No estaría enterado de los súper significativos enseres de hoy como por ejemplo que nombre tendrá el hijo de Kate Middleton o si  revelaran las fotos del príncipe Harry desnudo en Las Vegas.

No sabría soñar despierto, aunque haría lo posible porque así lo hiciera, tendría un buen maestro para eso al menos. No sabría observar, ni saborear, ni evitar ver el colmillo al caballo regalado, ni escuchar si el rio suena, y si suena es porque…

Desconocería la interminable y caótica lucha entre derecha e izquierda por ganarse el aplauso del mundo. Lo peor es que no sabría que le esperan interminables peleas con un burro, otro niño necio y pedante, un inteligente, severo y testarudo niño grande que él llamara papá.

No conocería la crisis económica del 2008, la desintegración de la URSS, la consolidación de EEUU como el más grande imperio económico, ni los versos de Borges, ni el color de las rosas, la calidez de una mujer, los hilos brillantes del sol, que es el genoma humano, el olor de un día lluvioso, el sabor del chocolate, la lucha de Latinoamérica por surgir como región, jugar interminables horas nintendo, ni los largos senderos cuesta arriba del amor.

Si ha de ser algo parecido a mí, mi compañero será sencillo, preguntón, ladilloso, amable cuando haga falta, inteligente, solidario, independiente, cariñoso, consciente pero siempre ingenuo y más que nada irreverente.

Lo más importante es que no sabría odiar, no nacería de una tragedia, nacería puro y limpio para ensuciarse en planeta tierra, para marcar historia porque la vida misma es un arte y a punta de muy tenaz pincel pintamos una obra maestra.

Y entre canciones de Cultura Profética, entre maletas de arrecheras, muchos libros, fotos de felices momentos, penosos regaños en público, experiencias incoherentes y montañas de café se criaría mi compañero de juegos, solo unos años más joven que yo, para recordarme que en la vida sigo la carrera del reloj y ya se me está acabando el tiempo.

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