Estulticia

Existe un escaso pero importante instante en que aprovechamos de atacarnos indiscretamente con la pregunta: ¿Qué hubiera pasado si…?

Ese momento en que no sabemos si volver o seguir adelante, como que las dos difirieran en algo. Volver es seguir, seguir en lo mismo, seguir intentando, seguir sintiendo o seguir llorando. Y sin duda alguna, seguir adelante, puede ser la redención que tanto esperábamos; o el infierno que dura entre 1 y 3 meses de arrepentimiento hasta que el severo padre tiempo nos recuerda que es hora de olvidar.

“Tan corto el amor y tan largo el olvido” dijo Neruda, tan tortuoso el olvido, en nuestras manos esta si lo hacemos largo. Pintar con las manos nuestros venideros días, pintarlos con la esmeralda de un árbol y con el cristalino amarillo de un topacio cambiar los colores del cielo. 

Cada mal de amor hace rodar mil y un perlas brillantes, redondas y repletas de remordimiento. Perlas que caen por nuestras mejillas hasta el suelo y en el dibujan la cara del ser amado.

No es ir adelante sin ver atrás, es caminar apreciando el paisaje, el cambiante cielo que brilla con encendida alegría en las mañanas pero también cambia, y en la oscuridad solo alumbra la moneda de plata sus melancólicas y apagadas noches. 

O zarpamos de aguas intranquilas hacia la afable experiencia de volver a vivir, quizás con la esperanza que tenía Colón de encontrar tierra firme. O sucumbimos al mal de amor; al mar de amor. 

Al mar de malos recuerdos, de besos secos y caricias estériles, de algo que quizá fue y no volverá.

Y las olas arrastrando arena, y siguen, y siguen…

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