Hilos
Los hilos invisibles que me unen a ti cada vez se tensan más y tengo miedo de dar el último paso, ese paso que dejara caer a un abismo mi pasado. Mi pasado, con lo bueno, lo malo, lo feo de la verdad, una verdad taladrante, inquieta, que rebota en mi cabeza.
Y el cielo se oscurece, y el gris me envuelve, la lluvia cae enojada a chaparrones, como piedras angulosas que no me matan pero me martirizan. Y suenan ¡PAH!
Y entonces muchas caen. ¡PAH! ¡PAH! ¡PAH! ¡PAH! ¡PAH! Y yo corro de lado a lado
¡PAH!
¡PAH!
¡PAH!
¡PAH!
Hasta que un silencio abrumador se apodera de la habitación. Tú que ves estas letras, voltea.
¿Volteaste?
Si te pregunto que hay allí detrás tuyo, tu dirías “Nada”. Pues allí estoy, en la calma infinita, la culpa encima de mí como niño molesto preguntando ¿Por qué lo hiciste? Y simplemente molesto contigo y conmigo, penitente, arrepentido porque te solté.
Caíste en mi profundo olvido. Kilómetros de caída a un baúl más etéreo que mis recuerdos, una caja etiquetada “indiferencia”. Y tu, placida en tu asiento sin saber que pasa, veo tu calma, tu sonrisa resquebrajada y una claridad mental que me enerva, que irritante te has vuelto.
Y es que las mentiras son hermosas pues su juventud enajena. La pintura de Neruda, el poema de Picasso, la amistad de dos artistas, esas son las cosas que aprecio ahora.
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