Todos quieren morir
De sobredosis de amor se muere el pendejo que quiere amar.
De sobredosis de alcohol se muere el miserable con más penas que ganas.
De sobredosis de cocaína se muere el adicto que quiere “vivir”.
Nos encojemos ante lo grande que es el miedo a contemplar la muerte a los ojos, y bailamos entre drogas y máscaras, entre gustos y hobbies, entre películas y canciones.
El elefante en la habitación, no hablamos de él. Es más grande y poderoso que dios; de hecho es más constante, no encontrarás amigo tan fiel y recurrente.
De lo original a lo prehistórico, la desnudez de su intención es tanta y la estupidez de nuestra parte tan obvia que casi parece que buscáramos ir a sus brazos.
Parca, enemiga familiar que de una manera u otra no me sigues, sino que me llamas, y yo por lo tedioso de convivir y lo inútil de intentar me entrego de trago en trago y de sentencia en sentencia en tu tren al coño, al famoso coño e’ la madre donde los cansados se rinden y los mártires se inmolan, donde sin importar la razón o el fundamento, nos echamos a descansar.
Cielo.
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