Murria
El espacio entre tu habla y mi habla, ahí sentado está el pensamiento que no hemos dicho esperando permiso para importunar, como si tuviera pena de existir o de ser visto.
Cuantas ideas se han muerto (de pena) o han vivido solitarias en la habitación más sombría de tu mente que no tiene clemencia o bondad con aquellos pensamientos que gritan libertad, o aquellas emociones que empujan la mierda fuera de tu cerebro y dejan tus sentimientos desnudo ante los ojos del público.
No soy psiconauta ni austroterapeuta de los problemas de los demás porque difícilmente soy el maestro de mi propio destino, o siquiera el maestro de mi niño interior, yo también me acuesto sin cepillarme los dientes y me guardo los sentimientos aparentando fortaleza; eso sí, ni se te ocurra decirme que la estoy cagando pues te aviento lejos de mí perfecto historial de decisiones.
Entenderte no es mi fuerte, mi deber o mi propósito, es más como un hobby que tengo los martes por la tarde, cuando nos sentamos a tomar café a tres cuadras de tu casa cuando tu y yo sabemos que hay café en nuestras casas pero es mejor reunirnos afuera, el sol nos invita a bañarnos de amarillo cada tarde y cada vez que nos sentimos solos en la compañía de nuestra familia.
No te inventé, no te invité, tu apareciste, como el fantasma de las novias que deje ir o esa amiga que tira conmigo cuando tenemos el atrevimiento de retar a la infelicidad y la desidia que asola a la juventud de este moribundo pueblo, de este moribundo país.
Cuantas ideas se han muerto (de pena) o han vivido solitarias en la habitación más sombría de tu mente que no tiene clemencia o bondad con aquellos pensamientos que gritan libertad, o aquellas emociones que empujan la mierda fuera de tu cerebro y dejan tus sentimientos desnudo ante los ojos del público.
No soy psiconauta ni austroterapeuta de los problemas de los demás porque difícilmente soy el maestro de mi propio destino, o siquiera el maestro de mi niño interior, yo también me acuesto sin cepillarme los dientes y me guardo los sentimientos aparentando fortaleza; eso sí, ni se te ocurra decirme que la estoy cagando pues te aviento lejos de mí perfecto historial de decisiones.
Entenderte no es mi fuerte, mi deber o mi propósito, es más como un hobby que tengo los martes por la tarde, cuando nos sentamos a tomar café a tres cuadras de tu casa cuando tu y yo sabemos que hay café en nuestras casas pero es mejor reunirnos afuera, el sol nos invita a bañarnos de amarillo cada tarde y cada vez que nos sentimos solos en la compañía de nuestra familia.
No te inventé, no te invité, tu apareciste, como el fantasma de las novias que deje ir o esa amiga que tira conmigo cuando tenemos el atrevimiento de retar a la infelicidad y la desidia que asola a la juventud de este moribundo pueblo, de este moribundo país.
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