La ira y yo.
Tengo ganas terribles
de terminar esto, dios, que tedioso es escucharte una y otra vez, sobre lo
mismo, los pequeños detalles del arte que no te gustaron, reiterar por
cuadragésima vez que “así no es” como si tus ojos fuesen los de Leonardo
DaVinci, capaces de crear y apreciar arte que perdurará milenios.
Tengo ganas terribles
de patearme yo mismo en las bolas a ver si despierto de esta pesadilla auto-inducida en la que siempre pienso, edito, pienso, edito, pienso, me auto-censuro, edito, censuro, pienso, luego de 20 minutos de esta tediosa y
terrible costumbre cojo mis testículos en mano y digo: COÑO, HASTA CUANDO; a
veces te toca jalarte por las orejas a ti mismo antes que venga una zorra
cualquiera a "ponerte en tu lugar".
Lo más oscuro de mi
ser es lo más brillante, mi sonrisa, que esconde entre cada diente,
aprisionadas como en el fondo de las fosas marianas, miles sino millones de
palabras que nunca dije, mis intenciones estaban seguras, el que no estaba
seguro era “yo”, y me gustaría saber quien coño de la madre será ese “yo” que
esta a cargo de dirigir la película, estoy a 10 metros del vacío existencial
contemplando empujar a ese “yo” para ver si al fin se levanta la carga de 75 kilos que tengo en los hombros, sin embargo…, yo y “yo” somos hermanos
inseparables de la misma mente retorcida que le dijo zorra a Antonieta, de la
misma mente atosigante que me quiere patear en las bolas, de la misma mente que
escribe yo entre comillas como si eso hiciera más fácil el hecho de que fui YO,
que fallé.
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